Precursores de esperanza

Precursores de esperanza

Por: Maricarmen Martín – Vita et Pax. Ciudad Real 

3º Domingo de Adviento 2011  

La presencia del Bautista supone la llegada de un profeta, de un precursor que prepara los caminos y pone en cuestión las vidas de las gentes. Denuncia el pecado y anuncia un porvenir de esperanza. El verdadero precursor anuncia siempre una buena noticia porque nos acerca el Reino de Dios. Es un testigo de ese futuro absoluto que es Dios y que el mismo Dios nos aproxima.

Hoy también hay precursores, personas profetas y pioneras que van delante, abren nuevos caminos a la humanidad y así preparan el Adviento de Dios. El mensaje del Adviento y de la vida entendida como Adviento es éste: “El Señor está cerca”. Esta es la base de nuestra esperanza y es el mensaje de los precursores de esperanza.

No lo tuvo fácil Juan Bautista en su tiempo, tampoco los “Bautistas” del siglo XXI, sin embargo, éste es, potencialmente, un momento maravilloso para el cristianismo. Si somos capaces de encontrar formas de vivir y de compartir nuestra esperanza cristiana, podremos ofrecer algo de lo cual el mundo está sediento. Pero sólo podemos hablar de esperanza cuando nos implicamos en lo que ella es. De esperanza hablan los gestos, los hechos y también los riesgos.

En la Biblia lo pequeño es hermoso y un Niño en un pesebre, envuelto entre pañales, es lo más hermoso que podemos contemplar porque es “El Señor tu Dios, en medio de ti”. En ese acontecimiento la eternidad irrumpe en el ahora, es el don de Dios que pasa humildemente por nuestra vida y la impregna de sentido al abrirla. Es la eternidad que continúa cada vez que compartimos la vida de Dios. No se trata de negar la realidad. Ni de utilizar la experiencia cristiana para generar un mundo ficticio. Tampoco entregaremos nuestro ánimo a la falta de confianza en el ser humano o a los pesimismos actuales.

En el corazón de ese pesebre lo que se encuentra no es una huida del mundo sino una presencia alimentada por la fe. En él encontramos proximidad, acercamiento, asombro, comunión, espera atenta. Incluso algo no buscado, una irradiación. Si lo visitamos con frecuencia llega el momento en que se nos da lo que ya ni siquiera se esperaba. Algo inesperado: el reflejo de Cristo en nosotras y nosotros. Las demás personas ven este resplandor aunque nosotros lo ignoremos. Como dice San Pablo, es la paz de Dios que custodia nuestros corazones y pensamientos y lo expresamos en el rostro.

Los precursores de esperanza no se cansan de repetir que Dios nos quiere alegres y felices. Alegres y felices sí. Pero “el que tenga dos túnicas que se las reparta con el que no tiene”. Los precursores nos animan a no “herir el Amor”. Un pensador dijo que la esperanza no es la convicción de que algo va a salir bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo salga. Y es verdad, es la convicción de que todo aquello por lo que vivimos, con sus alegrías y sus penas, sus logros y sus fracasos, revelará tener un sentido, un sentido en Dios. Es la convicción de que es posible gozar de la meta siendo aún peregrinos.

Cada generación, cada etapa histórica tiene sus precursores y precursoras. Aparecen en momentos cruciales; son una respuesta hecha historia personal; son una intuición realizada para quienes buscamos a Dios; saben transmitir de una manera sencilla la certeza de que cuando hablamos o tratamos de Dios hablamos de lo mejor del ser humano; abren nuevos accesos al futuro; desbrozan cauces inéditos para ensanchar el horizonte; ponen vida renaciente y júbilo creativo en el pueblo que espera… A ellas y ellos GRACIAS.

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